a mi madre con amor
No sé cuánto tiempo más me llevará encontrarme.
Me he perdido hace rato en las oscuras sombras del dolor que fue apareciendo en mi vida inesperadamente desde el amanecer florido de mi adolescencia.
La muerte de mi madre, cuando apenas tenía 12 años, marcó mi vida para siempre. Desde aquella lejana y fría noche de julio en que ella partió hacia ese cielo del que tanto nos hablaba a mis hermanos y a mi, quedé desvalida, minusválida, desprotegida, sola...
Sabía que ya nadie más podría amarme y comprenderme como ella.
Tuve que perderla para tomar conciencia de todo lo que ella representaba para mi. Y representaba TODO.
Era el amor incondicional. Era la generosidad a manos llenas. El perdón siempre! El abrazo oportuno. El silencio acertado. El consejo sabio. La ternura infinita. El regazo amoroso que me cobijaba y contenía cuando las lágrimas caían como lluvia de mis ojos ante alguna contradicción...
Era la paz, la alegría, la complicidad, la confianza...
En un día de invierno perdí todo eso. Desde entonces...me perdí...
Si, me perdí buscándola desesperadamente en la casa, en sus ropas con olor a ella, en su cama de sábanas pulcras, donde tantas veces nos tenía a mis hermanas y a mi para enseñarnos a rezar, para hablarnos de Dios y de su cielo, o simplemente para jugar a las “cosquillas”.
Intenté seguir sus huellas, convencerme de que su muerte sólo fue un mal sueño. Me quedé.... Se detuvo el tiempo y el mundo para mi....
Se me borró la risa y se secaron mis ojos. No pude llorar su muerte, simplemente porque no creí en ella...
Podían morirse las mamás de mis amigas, las mamás de mis compañeras de secundario, todas las mamás, pero la mía no....
Su muerte no pasó por mi mente jamás!. No, mamá, mi mamá no podía morirse, no iba a dejarme...
Pasaron tres años de mi vida cuando al fin me convencí de que mi madre realmente había muerto... Fue ahí cuando empecé a llorarla sn parar. Cada tanto tenía un ataque de llanto ante la mirada atónita de mis hermanas, sorprendidas...
Ellas sí , lloraron frente a ese ataúd de madera que contenía a una mamá tan blanca, helada y dura que se parecía a mi mamá...y a la que me hicieron besar su frente fría...
Todavía estoy perdida, buscándome, tal vez con la luz que antes no tenía. La que se apagó con su vida, dejándome a oscuras en un mundo desconocido por mi...
En mi largo peregrinar, hallé a mi madre...no ya en un cuerpo tangible, sino dentro mío. En mi corazón.
Pero aun busco mi rumbo y mi misión.
En un momento pensé que era la vida religiosa, después ser esposa y madre, ama de casa, empleada pública, diseñadora gráfica, comerciante....
Fui todo eso. ¿ Y ahora qué?
Sigo viva sin encontrar mi misión....Sigo viva temiendo a los inviernos que se llevan a mi gente amada. Porque fue el invierno el que se llevó a mi madre, a mi padre, a mi esposo, a mi hermano ....
Será el invierno el que me lleve alguna vez a mi también? Al fin me encontraré conmigo misma y con Dios cara a cara allí? Dejaré en un invierno cualquiera esta condición de minusválida y perdida?
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